Uno querría que sus primeros recuerdos sean claves para entender el resto de su vida sin necesidad de análisis. Que sean recuerdos importantes llenos de magia o dramatismo, que sirvan para filmar una película inolvidable, pero no siempre es así.
Yo tengo bien identificado el primer recuerdo "inútil" de mi vida: el del día en que el hombre llegó a la luna.
Yo tenía tres años. Estábamos sentados en la mesa del comedor mis padres y yo mirando la televisión.
Por la disposición de la mesa, quedábamos mi papá y yo mirando a la tele de frente y mi mamá se tenía que dar vuelta y darnos la espalda.
Mi recuerdo empieza cuando mi mamá (que estaba mirando un programa) se da vuelta para mirarme a mi, lágrimas salían de sus ojos, y con tono de quince telenovelas juntas del difunto Migré me dice:...
"¡NUNCA te olvides de este momento Teresa!!...¡¡NUNCA!!!"...
Y no me lo olvidé nunca. Aunque no sé para qué me lo quiero acordar. Es más, creo que ni mi mamá debe saberlo.

La repetidísima imagen del hombre caminando en la luna.