Imagínense que están en el medio de una habitación que conocen bien y de repente se corta la luz.
Todo queda sumergido en una oscurísima negrura.
Como conocen bien el lugar, caminan con seguridad hasta un interruptor cercano y estiran la mano para ver qué pasa, pero en vez de tocar la perilla de la luz, o en su defecto la pared, tocan una boca, abierta, babosa y quien sabe si humana.