Una vez, cuando estaba en tercer grado (me acuerdo por que estaba la Señorita Mary con nosotros), a una compañera mía, rubiecita ella y que no hablaba casi con nadie, le pasó algo en el recreo y empezó a llorar hasta que la llevaron a dirección.
Después de un rato vino a la clase que todavía no había empezado y se sentó en el fondo, medio lloricosa mientras la maestra le decía que espere ahí hasta que la fuesen a buscar, entonces fue mi amiga a hablar con la chica y volvió con la noticia de que se había "sacado el brazo del lugar".
Yo (que razoné que el brazo "sacado" sería el del lado opuesto al que le había visto yo por que si no me hubiese dado cuenta) estuve toda la clase evitando con desesperación mirar a la accidentada pensando que si lo hacía iba a ver un amasijo de sangre, huesos y cartílagos rotos que jamás iba a poder olvidar ni en sueños y que iban a constituir un trauma para toda mi vida.
La chica faltó durante unos días mientras yo me la imaginaba a la pobre sin brazo por la vida y acostumbrándose a vivir con su muñón cuando apareció de nuevo en la escuela.
Apenas la vi venir de lejos no quise mirarla más, por que había faltado pocos días y todavía debería tener sangre chorreando.
-¿Y cómo tiene el brazo? -le pregunté a mi amiga la que había hablado con ella
-tiene un yeso y un pañuelo atado.
-Pero... ¿tiene sangre?
-No.
Entonces me animé a mirarla y (puesto que mi amiga como detective no había sido confiable por que el brazo seguía en su lugar) le fui a preguntar qué le había pasado.
-Me disloqué el hombro. Parece que me tienen que operar por que es la tercera vez que me pasa -me contó.
Y ahí nomás me dio una clase de dislocamientos que me convenció de que si quería traumarme como correspondía iba a tener que conformarme con mirar películas como "La noche de los muertos vivos", "La mancha voraz", "La mosca de la cabeza blanca" o esas cosas que daban cuando yo era chica y que eran mucho más creíbles que ese insulso brazo en cabestrillo.
Eso o salir a cortar brazos por mi cuenta, pero como yo era (y soy) una cobarde preferí ver películas que es más cómodo, más limpio y menos riesgoso.
Y por cierto... mucho más realista y menos decepcionante que un yeso blanco sin un rastrito de sangre.