Hasta los nueve años viví en el barrio de Floresta.
No sé cómo estará ahora, pero en esa época era bien barrio, con el típico almacén, la iglesia, nosotros y la loca.
Durante el verano yo llegaba de la colonia y me iba todas las tardes a jugar a la calle con los chicos. Éramos un grupo de unos quince chicos, a veces más o a veces menos. Tres mujeres y el resto varones, los más chicos tendrían seis años, el más grande tenía doce.
En general nos reuníamos casi todos en la esquina de mi casa y desde ahí íbamos a buscar a los primos de uno que vivían a un par de cuadras y no podían salir solos.
Para llegar a lo de ellos, pasábamos por la puerta de la casa de una vieja desaliñada a la que, ni sé por qué, ni cómo empezó pero cada vez que la veíamos afuera una de las chicas (siempre la misma y la más grande), le decía con musical tonito de sabelotodo ..."Chau conchuda..."
Creo que nadie tenía mucha idea del significado de la palabra "conchuda", pero todos sabíamos que estaba mal decirle eso y la cuestión era que la chica se lo dijera para después salir corriendo a toda velocidad.
Siempre nos había resultado graciosísimo hasta que nos agarró la vieja.
Pasábamos como todas las tardes por ahí y la vimos. No había ninguna señal de que algo iba a ser diferente o otras veces, pero ese día, en el instante en que Ana empezó a abrir la boca y a deslizar el prohibido saludo, la mujer estiró la mano de repente y en un segundo la tenía agarrada del brazo.
-¿QUÉ ME DIJISTE PIBA? ¡REPETÍ LO QUE ME DIJISTE!!
Ante semejante reacción, nos quedamos todos helados mirando la escena.
-¡Nada! ¡No dije nada! -gritaba Anita.
-¡Entrá para adentro, mocosa!!!
Si hubiésemos razonado como adultos, hubiese ido alguno con urgencia a pedir ayuda mientras los otros intentábamos tranquilizar a la vieja, pero lo que hicimos nosotros fue entrar atrás de nuestra amiga en malón mientras intentábamos convencer a la señora de que "era un chiste señora", "perdonelá señora" , "no fue con mala intención señora".
Entre señora y señora la vieja (que tenía firmemente agarrada a nena con una mano), tomó de arriba de la mesa una enorme tijera y con cara de loca empezó: "¡¡ABRI LA BOCA Y DECÍ AHORA LO QUE ME DIJISTE ANTES!!!"
Creo que recién ahí empezamos a ver bien fea a la situación, al menos Ana, que cerró la boca como si la tuviese pegada con la gotita.
-¡¡Mmhhmmmmm!! ¡¡Mmmmhhmmhm!! -decía con ojos desesperados.
-¡No le haga nada señora, por favor!!!!
-¡¡Por favor, señora, déjela ir!!!!
-¡¡Mmhhhmmmmm!!!!
-¡Se lo suplico Señora!!, No le haga nada!!!
-¡¡¡¡Mhhhmmmmhhm!!!!
-¡Sueltelá por favor!!!
-¡REPETÍ LO QUE ME DIJISTE!!! ¡A VER SI TE ANIMÁS MOCOSITA!!!! -gritaba la loca esgrimiendo la tijera.
Anita empezó a llorar desesperadamente pero con la boca cerrada.
-¡PEDIME PERDÓN O TE CORTO LA LENGUA!!!!
Como la otra seguía llorando sin abrir la boca empezamos a alentarla.
-¡Dale Ana, pedile perdón!!!
-¡Si le pedís perdón te suelta!!!
-¡¡Mmmmhhmmhh!!! -chillaba en silencio.
-¡Está nerviosa señora, por favor perdonelá!
-Yo la suelto si me pide perdón ¡AHORA!!!
-¡¡¡¡PERDÓN!!!!! -se escuchó el grito corto y seco, y en un segundo volvió a pegar los labios.
La bruja la soltó. Ella salió corriendo la primera, atrás el resto.
Corrimos hasta dar la vuelta a la manzana. Ahí paramos y mirándola a Anita y recordando su "Chau conchuda" musical, todo empezó a ser gracioso. Y entonces nos reímos. Literalmente nos revolcamos, lloramos de la risa y seguimos así como durante una semana entera .
Nunca más pasamos por lo de la vieja y juramos no contárselos a nuestros padres por que supusimos que no nos iban a dejar volver a salir.
Todavía nos seguíamos acordando de eso cuando me mudé a Almagro para siempre un par de años después, a los nueve.