Piensen en que están absolutamente solos en su casa y se fueron a bañar, como les entró champú en los ojos, los cerraron.
Saben sin lugar a dudas que han dejado las toallas colgadas en el mismo lugar de siempre y estiran la mano para agarrar una pero encuentran que en donde debería estar no hay nada.
Podrían seguir tanteando el aire, pero de sólo pensar en por qué desaparecieron los paños se aterrorizan y rápidamente levantan los párpados para comprobar que todo está en donde debe estar (todo colgado en la pared) y que quizás (es obvio) al estirar antes la mano (raro, eso jamás les había pasado) apuntaron mal.
Suspiran aliviados mientras intentan nuevamente asir los toallones, y entonces la desesperación les golpea la garganta cuando descubren que no son ellos los que faltan si no que son ustedes mismos los que han desaparecido.