Estamos solos y por irnos a dormir.
Tenemos que apagar la "luz de arriba", esa cuyo interruptor está al lado de la puerta, y nos olvidamos de encender la de la mesita de luz.
Por pereza, para ahorrar tiempo, para no ir y venir, la apagamos y nos disponemos a atravesar la habitación a oscuras para llegar a la cama.
Un poco de impresión nos da, pero como sabemos bien que estamos solos, y que nada nos va a hacer tropezar, avanzamos con confianza.
Y entonces, justo cuando estamos por llegar a la cama, el velador de la mesa de noche, se enciende.
Y la verdad, no me pregunten cómo, ni quién o qué lo prende, porque si pasase eso, yo no miraría y saldría corriendo a los gritos desaforados.
Y mejor ni pensarlo.