Sueño que un asesino serial, nos tiene atrapadas a dos amigas y a mí en su casa del medio del bosque.
Todas las habitaciones están llenas de artilugios mecánicos para que cada vez que vaya a comprar provisiones no podamos escapar, pero una de las chicas logra sortear una de estas trampas y desactiva todo el resto.
Libres y justo ahora se oye el motor del auto de nuestro captor que vuelve.
Calculadamente, esperamos que esté dentro para atacarlo.
Una le da un palazo en la cabeza que lo tira aturdido al suelo mientras otra lo golpea por todo el cuerpo.
Yo doy la estocada final: le clavo sin dudarlo y sin sentimientos, una afilada y brillante cuchilla dos veces en el corazón.
Me sorprende lo fácil que se abre paso la hoja a través de la carne. Como si entrase deslizándose en un pan de manteca.
-hay que esconder el cuerpo antes de que empiece a llegar la gente -dice una de las chicas.
Entre las tres sacamos el cadáver fuera.
Cuatro niños que juegan entre los árboles nos acercan unas antorchas.
-"quémenla" antes de que despierte -nos ordenan.
Y quemamos a la bruja vieja con pelo de estopa amarilla que chilla y chilla mientras se derrite como se derriten todas las brujas, pero sin agua.
-esto no está nada bien -comenta una de mis amigas- porque en realidad las brujas no existen.
-¿y entonces a quién asesinamos? -pregunto.
-al asesino -responde la otra.
Mientras subimos la loma que separa aquel bosque de mi edificio en el centro de la ciudad, pienso en que ahora ya sé lo que es matar porque he matado a dos personas aunque una no haya existido nunca.
-cuando llegue a casa voy a escribir sobre esto -me digo.
Pero no escribo nada.