Charlando entre amigos llegamos a la conclusión de que el amor de la vida no puede seguir de largo. Nunca. Que si uno siente que ama pero no es correspondido, que si uno siente que en realidad no tuvo oportunidad, si siente que se lo sacaron o que el otro no se dio cuenta o no nos vio, es simplemente porque no era el verdadero amor.
El tema es darse cuenta. Y resulta que uno entiende esa conclusión y se la cree sólo cuando dejó de sentir que a lo mejor fue el amor de su vida, porque mientras siga sintiendo lo que pudo ser y no fue, sólo se dice de la boca para fuera como forma de autoconvencerse.
"Si no me quiere es porque no es, si no pasó nada más es porque no era para mí, si ama a otra es porque ese no es mi verdadero amor". Es un cantito vacío. Sin sentido pero que se desea creer fervientemente cuando lo que realmente se cree es... "aunque quizás hubiese sido distinto si...". Uno puede, inclusive, creérselo por momentos, pero todo tambalea cuando se lo tiene cara a cara o, lo que es peor, cuando se lo compara (porque no hay nadie mejor. Jamás).
Una mañana nos levantamos y lo entendemos de repente. Es cierto. No era. Es imposible que haya sido. El verdadero amor de la vida nunca puede seguir de largo.
Nos levantamos y sabemos lo que tantas veces, sin creerlo demasiado, nos repetimos. Se lo ve re simple, re fácil. Es así, es obvio, ¿cómo no lo entendía? Es tan, tan simple.
Y resulta que todo era cuestión de cambiar una creencia por otra; porque cuando uno por fin siente esa ¿verdad?, es por qué pasó a creer que el verdadero amor es para otros; para aquellos que están creyendo en lo mismo pero que en cambio lo tienen. Para los que lo creyeron siempre.
Y no está mal. No es doloroso, no es triste, no hay melancolía. Al contrario, todo es más Light. Ni mejor ni peor que antes pero sí más fluído.
Es otra etapa nomás, que a veces ni siquiera es nueva.
Es otra etapa, que vuelve.