A los 13 años casi me ahogo en el mar.
Estaba con mi prima y una amiga jugueteando en la orilla. El mar estaba peligroso pero apenas si nos llegaba a la mitad de la pierna cuando una enorme ola me sumergió, me arrastró hacia dentro y cuando subí a la superficie, revoltijo de agua mediante, estaba lejos de la costa.
Intenté nadar (con mi estilo inventado entre croll y perrito) hacia la playa con las olas (no sé por qué, cada vez que lo cuento me preguntan "¿y no tratabas de nadar
con las olas?" (léase con voz de pelotudo)), pero eran un revuelto acuático que iba y venía para todos lados y me llevaba cada vez más lejos. Veía a mi prima y mi amiga que se iban achicando por la distancia y parecían gesticular y gritar.
De repente me acordé de lo que una vez me había dicho mi mamá cuando era muy nena: "si te estás ahogando en el mar o no podés salir, tenés que levantar el brazo porque esa es la señal que interpretan los guardavidas". Y lo hice, pero veía a todos tan lejos y tan miniatura que pensé que nadie me iba a ver a mí desde la costa.
Lo que pasó en mi mente treceañera y Poldybirdeana a continuación, lo voy a tratar de contar lo más parecido a lo que recuerdo.
Las olas me golpeaban por todos lados. No habrían pasado ni cinco minutos, pero igual estaba cansadísima de la fuerza que había hecho y por la desesperación de la inutilidad de lo que hiciese. De pronto miré hacia arriba, vi el sol y literalmente "me despedí".
Sí, pensé que era la última vez que lo veía y me dije "chau, sol, hasta acá llegamos" (sic). Me sentí muy muy tranquila (juro que visto de lejos me resulta incomprensible, pero es exactamente lo que sentí. Una enorme tranquilidad). Retomé el intento de nado pero con una calma inmensa. Como que lo que pasase no importaba demasiado, y en eso, detrás de una ola apareció* el bañero con un salvavidas de los redondos.
-¿estás bien? ¿necesitás salvavidas? -me gritó como pudo porque el agua se metía por todos lados.
-no, pero no puedo acercarme a la orilla. Estoy cada vez más lejos.
El tipo me agarró del brazo por debajo de la axila.
-no te preocupes, quedate tranquila y dejá que yo te llevo que igual ya viene el bote. Cada vez que yo te diga pataleá.
Mientras "nadábamos" hacia la costa apareció el bote que nos tiró una soga y nos remolcó hasta que salimos.
Cuando llegamos se había formado ronda de esas que se ven de lejos pero siempre se cree que nunca le van a hacer a uno. Las personas empezaban a aplaudir.
Y a mí, gente, me dio tanta, pero tanta tanta vergüenza que sin dar las gracias y sin mirar, salí corriendo (mi prima jura que tenía los ojos abiertos como dos platos) para mi balneario que por suerte se había quedado como a tres o cuatro playas de distancia.

1)Según mis amigas, el bañero estaba que se partía de fuerte, pero yo no le miré ni los ojos.
2)A nuestras madres no les contamos el episodio sino hasta que volvimos a Buenos Aires.
3)Para el lado del rescate no quise ir en todo lo que quedaba del verano.
4)Desde entonces, en el mar no me meto más que hasta el tobillo, o mejor dicho: no me meto.



*cuando digo "apareció", me refiero a que había tanto oleaje que no podía ver qué había delante mío si no lo tenía casi al lado, o me "izaba" para mirar.