Mi amigo y yo, nos acostamos a dormir una siesta. Hablamos un rato sobre su dificultad para recordar los sueños, hasta que se durmió.
Hablando dormido, dijo las siguientes palabras:
-"Vuela como un aizenberg*, sin alas".
En seguida me dormí yo y tuve este sueño:
Estamos en la larga galería de un antiguo edificio abandonado. Por los ventanales entra el sol a chorros.
-¿te das cuenta de que esto es un sueño? -le pregunto eufórica a mi compañero.
-¿te parece?... no sé... no estoy seguro...
-¡estamos soñando! ¡estamos soñando los dos lo mismo y si queremos nos podemos tirar por la ventana y podemos volar!
-sí, qué sé yo... no sé...
-¡mirá! -le digo yo lanzándome al vacío.
Mientras revoloteo en círculos por el patio interno del colegio (porque ahora me doy cuenta de que es un colegio antiguo y abandonado), miro a mi amigo que se ha quedado parado en la ventana. Lo quiero saludar, pero él está cabizbajo. Le grito, pero ni aún así levanta la cabeza. Vuelvo a la galería y aterrizo suavemente su lado. Cuando ve mis pies, se anima a mirarme.
-¿me viste volar? -le pregunto.
-No; me dio miedo. Mejor así, porque únicamente los áizenbergs pueden volar sin alas.
Como era de esperar, cuando despertamos, él no se acordaba de nada.


*el suceso ocurrió muchos años atrás. El día anterior, habíamos ido a una exposición de Roberto Aizenberg lo que, obviamente, explicaría las palabras de mi amigo.