M y yo, once años sin vernos y quedamos en encontrarnos en un restaurante de San Telmo.
En una época éramos tres: M, S y yo, los que salíamos juntos a todos lados y nos reuníamos a hacernos compañía mutua cuando estábamos solos.
Con S perdimos contacto cuando se fue a vivir a Europa. A M, lo dejé de ver por una cuestión puntual, un par de meses después de la partida de S.
Después de charlar un rato de tonterías, M canturreó:
-¡déjà vu, déjà vu!
-a ver -le dije yo- tratá de ver si seguís acordándote.
Pero nada.
Una hora después, entró S, con un tipo.
Nos saludamos efusivamente. Ella nos preguntó si siempre íbamos a ese lugar, "jamás, ¿vos?", "tampoco".
Después de intercambiar teléfonos, ella se fue para el fondo. Recién ahí me di cuenta de que no había sido él quien la había invitado.
-¿vos la estuviste viendo durante todos estos años?
-no, nunca, ¿y vos?
-tampoco.
-...
-o sea...
-hace once años que no la veo, igual que a vos.
-raro.
-sí.
-los tres acá como antes, y ella ni idea.
-es que ella debe pensar que nosotros sí nos seguimos viendo, o sea, que para ella no hay coincidencias.

Salimos del lugar intentando recordar de qué estábamos hablando un rato antes y prometiendo estar alertas de ver si pasaba algo extraño en los días siguientes, pero ni recordamos nada, ni pasó nada diferente.
Fue hace casi cuatro años.
Es el tipo de escritura que nunca voy a aprender a leer.