Sonámbulos

Despertar en la penumbra de la habitación después de un sueño perturbador y ver a un desconocido parado al lado de nuestra cama, puede ser altamente impresionante; pero mucho más terrible y escalofriante que eso, es despertar y ver a un ser conocido parado sobre nuestra almohada. Justo al lado de nuestra cabeza.

De cómo las cosas se ven distintas según el tamaño con que se miren

Algo que desde chica me llamó la atención, es que cuando Hulk no es Hulk y es David Banner, anda por la vida huyendo de acá para allá con su mochilita a cuestas.
Yo siempre me pregunté de dónde sacaba Banner, tanto dinero para comprarse ropa todo el tiempo.

Es decir, a él todo se le rompe cada vez que muta, o sea que tiene que andar comprándose siempre vestuario nuevo.
Debatiendo este tema entre amigos, me hicieron notar la manera extraña en que se le rompe el pantalón.
Porque el gobierno nos quiere hacer creer una cosa, pero es otra.

Hagamos un recordatorio: cada vez que se transforma se le rasga la camisa por completo y queda en cueros, se le abren los zapatos y se queda descalzo, y... los pantalones se le rompen todos hasta la pelvis y le quedan tipo shorcitos (o tipo boxer, para ser más exactos).
Esto supone que le crece todo menos la zona de la pelvis que, por supuesto, incluye el pene y los testículos.
Resumiendo: a nivel funcional le viene bien, porque si le creciese también todo eso y pretendiese tener sexo con una mujer, debería hacerlo con una Hulk hembra, porque así de grande no le entraría a ninguna, pero no, le queda del tamaño no mutado, así que si lo tuviésemos desnudo ante nuestros ojos, y lo mirásemos bien, (gente, ¿quién no le miraría el *aparato* al increíble Hulk si lo tiene delante? ¡por favorrrr!!) veremos que al pobre hombre, al lado de semejante monstruoso cuerpo, el pene le queda como un penecito. Una cosa chiquitiiiita.
Y encima verde.
Una miniatura verde.
Y al final sigo sin saber de qué vive David Banner.

El fabuloso cine del país de Oz

De las primeras veces que me llevaron al cine, recuerdo muchas películas que me parecieron maravillosas: "La noche de las narices frías", "Pipi medias largas", "Willy Wonca y su fábrica de chocolates" (evidentemente, la original), etc., pero la primera que realmente me impactó, me "transportó" enérgicamente y que recuerdo inclusive la emoción fuertísima que me provocaba verla, es "El mago de Oz".
Siempre, desde que empezaba, me causaba una sensación increíble.
A veces, cuando me quedaba sola, intentaba recrearla en mi cabeza con todos los detalles tal como si la estuviese viendo para revivir ese "sentimiento", pero mucho antes de la mitad de la película se me empezaba a mezclar todo y mi mente quedaba chica para semejantes imágenes.
Como por ese entonces no existía aún la videocasetera, y cuando sacaban de cartelera un filme había que esperar años para volver a encontrarlo, hice que me lleven a verla más de quince veces seguidas hasta que dejaron de pasarla.
Yo vivía en el barrio de Flores, y la iba a ver al cine "Rivera Indarte".
No sólo creía que ahí era en el único lugar en el que la daban, si no que estaba convencida de que allí pasaban solamente ESA película, y desde entonces, a la palabra "riveraindarte" la asocio indefectiblemente al país de Oz y siempre me evoca un tornado de fantasía, los zapatitos de rubí, la fantástica bruja verde y la divina Glinda, el camino amarillo, y Dorothy, con su cabello y labios en rojísimo blanco y negro, entonando "Sobre el arco íris".

El síndrome de la secretaria


Me di cuenta de que tengo memoria en las yemas de los dedos, es decir, que si tengo que "decirlas", no sé la ubicación de las letras en el teclado, pero cuando escribo, casi ni lo miro. De hecho, si no miro y trato de "pensar" en la ubicación de las letras, tengo que parar a ver sí o sí, pero si me concentro en la "forma" de las palabras y me dejo llevar, escribo tan rápido como si estuviese mirando.
Debe ser un nuevo tipo de enfermedad de la memoria causada por el abuso mundial del teclado, o quizás existe desde la época de las secretarias y no lo sé.
Debería llamarse "síndrome yemesco" o "de la secretaria".


A las secretarias, ¿se les dice "secretarias" porque guardan "secretos"?

Déjà Vu

M y yo, once años sin vernos y quedamos en encontrarnos en un restaurante de San Telmo.
En una época éramos tres: M, S y yo, los que salíamos juntos a todos lados y nos reuníamos a hacernos compañía mutua cuando estábamos solos.
Con S perdimos contacto cuando se fue a vivir a Europa. A M, lo dejé de ver por una cuestión puntual, un par de meses después de la partida de S.
Después de charlar un rato de tonterías, M canturreó:
-¡déjà vu, déjà vu!
-a ver -le dije yo- tratá de ver si seguís acordándote.
Pero nada.
Una hora después, entró S, con un tipo.
Nos saludamos efusivamente. Ella nos preguntó si siempre íbamos a ese lugar, "jamás, ¿vos?", "tampoco".
Después de intercambiar teléfonos, ella se fue para el fondo. Recién ahí me di cuenta de que no había sido él quien la había invitado.
-¿vos la estuviste viendo durante todos estos años?
-no, nunca, ¿y vos?
-tampoco.
-...
-o sea...
-hace once años que no la veo, igual que a vos.
-raro.
-sí.
-los tres acá como antes, y ella ni idea.
-es que ella debe pensar que nosotros sí nos seguimos viendo, o sea, que para ella no hay coincidencias.

Salimos del lugar intentando recordar de qué estábamos hablando un rato antes y prometiendo estar alertas de ver si pasaba algo extraño en los días siguientes, pero ni recordamos nada, ni pasó nada diferente.
Fue hace casi cuatro años.
Es el tipo de escritura que nunca voy a aprender a leer.


Yo siempre quise tener poderes telequinésicos.
Mucho tiempo de mi vida, me la pasé practicando el arte de mover objetos a distancia.
Intentaba e intentaba abrir, por ejemplo, la ventana sin moverme de la cama, pero nada.
Una vez le comenté a una persona que yo a veces quemaba lamparitas, que cuando quemaba una, seguro que durante esa semana quemaba todas, así que obviamente, era YO, que obviamente tenía algún poder escondido, la que las quemaba.
Me acuerdo que el tipo se rió y me dijo... "claro, porque las lamparitas tienen ciertas horas de uso, así que las quemás juntas, las comprás juntas y se te vuelven a quemar juntas más o menos por la misma fecha, excepto las que casi no se usan"...
Ahí terminaron mis días de mutante telequinésica.
Ahora me estoy buscando algún otro poder para practicar.
Pruebo la telepatía con mi perro, pero no hay caso.
Lo llamo y lo llamo, le grito para adentro que venga, que le voy a dar un pedazo de pollo. Nada, no viene.
Estoy empezando a pensar que mi perro no entiende cuando le hablo.