Despertar de la pesadilla

Yo vivo sola. Mi dormitorio es la última habitación del departamento. Mi cama está en la última esquina. En el último lugar. En donde sería imposible escapar. Allí, atrapada en el último rincón, si alguien me fuese acorralando mi cama sería el resquicio final. Donde no hay salida. Huir, aunque fuese por la ventana, implicaría pasar sobre mi enemigo.

Entonces abro los ojos en mitad de la noche. Noto que me dormí con las luces de la casa prendidas y un movimiento en el pasillo me llama la atención. Una sombra. Entra en el marco de la puerta un niño. Está serio, parado en la entrada a mi habitación. Me mira. Sus ojos son la imagen del mal. Un niño que no es un niño. Un monstruo que empieza a acercarse a mi cama. Mi única salida sería enfrentarlo, pero no es un niño normal. Es sólo la forma. Se acerca despacio pero inexorablemente. Empiezo a levantarme cuando sucede lo más terrible: un sonido a espaldas de la criatura hace que se dé vuelta. Miro su rostro de furia inmutable que mira algo. Algo que se acerca. Algo que está con él. El niño lo espera. Sonríe. Gira la cabeza. Me mira y la sonrisa es una mueca diabólica. Retorna su marcha hacia mí. Intento gritar pero la voz no me sale. Otra sombra entra en escena y no veo más nada.

Me despierto en plena oscuridad. Aliviada enciendo la luz.
Parado junto a mi cama, sonriendo, está el niño.

Ventajas de vivir en el primer mundo y ser la mejor amiga de Clarita





¡Qué suerte que tiene Heidi!
¡Qué hermoso ser ella,
vivir en los Alpes Suizos,
correr por las praderas y
ser amiga de Clarita para poder arrojarla,
atada a su silla de ruedas,
al precipicio!

La rata humana



El cesto de la ropa sucia tiene forma cilíndrica. Tendrá como mucho cincuenta centímetros de altura con un diámetro de cuarenta.
¿Qué clase de ser vivo puede esconderse ahí dentro?
Porque lo que llama la atención, es que empieza a crujir la esterilla.
Podría ser un insecto de grandes dimensiones. Una araña quizás. Podría ser una gran cucaracha. No se necesita demasiado para que resuene esa paja. Pero además del sonido, está el movimiento. De repente el cesto empieza a moverse, como si algo desde dentro quisiese salir.
Sin embargo, ningún ser vivo con capacidad para abrirlo (porque lentamente se empieza a abrir) debería estar ahí.
Me consuela pensar que debe ser algo pequeño; como mucho una rata. Espantoso, pero exterminable.
Cualquier otra cosa debe ser forzosamente de naturaleza infernal.
Entonces La tapa cae como en cámara lenta hacia el costado, y sale una cabecita, y unos ojitos, y las manitos ¿MANITOS????
Lo último en asomarse antes de que yo salga corriendo son los dientecitos, justo cuando sale, emitiendo un infrahumano chillido de venganza, el cuerpecito vivo de Nelson De La Rosa*.


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1970-2006, siempre vivo en nuestros corazones (clickee en todos los Nelson que encuentre, o sea este y el del post, para saber más y más sobre el tema)