Por supuesto mi mamá, como todas las madres, para que no me trague el chicle me había dicho que si me lo tragaba se me iba a quedar pegado en el estómago (¿o acaso a alguien NO se lo dijeron?), por eso el día en que por primera vez me lo tragué sin querer, lo primero que hice fue ir a que ella me salve la vida.

-¡BUAAAAAAA!!!!! MAMÁÁÁÁÁ!!!!,ME TRAGUÉ EL CHIIIICLEEEEE!!!!
-¿Y qué tiene?
-¡QUE SE ME VA A PEGAR EN EL ESTÓMAGO!!!!! BUAAAAAAA!!!!!
-bueno, pero no pasa nada, quedate tranquila...
-¡¿CÓMO NO PASA NADA?!! (snif snif) ¡¿NO ME PUEDO MORIR??!!!
Como la pata ya estaba metida y el verso estaba hecho, para no perder credibilidad me contestó:
-Noooo teresa... para eso te tenés que tragar muuuuchos.
-...ah, ¿si?...
-y si... con uno solo no alcanza.
-...

Y así aprendí que por tragarme un chicle no me iba a morir.
Claro que por las dudas las uñas no me las como.
Que un chicle se me pegue en el estómago vaya y pase, pero lo que nunca voy a permitir bajo ningún concepto es que un puñado de uñas arrancadas me desgarre la panza por dentro.