Me gusta soñar con laberintos de escaleras.
Que siempre hay más y más habitaciones con escaleras que suben y que bajan para cualquier lado como un cuadro de Escher repetido, pero rodeado de puertas abiertas.
Entro por esas puertas y es maravilloso: otra estancia repleta de escaleras para elegir y nunca hay final, pero nunca vuelvo al principio.
Es un sueño reiterativo que lejos de ser claustrofóbico es sublime.
No sé qué es lo que me fascina de esas bifurcaciones infinitas, pero no quisiera por nada del mundo llegar a una habitación ya visitada aunque quizás estoy regresando permanentemente y el paso del tiempo con sus cambios me impiden darme cuenta o, cuando me voy, otras personas en sus sueños entran a modificarla tanto que la próxima vez que entro me resulta irreconocible.
O acaso estoy soñando en el mismo lugar y lo único infinito es el sueño.